martes, 21 de julio de 2009

Un curioso tratado


A la literatura europea siempre le ha cautivado el tema del vampirismo; desde Bram Stoker hasta los metrovampiros de Crepúsculo (híbridos entre el clásicovampiro y el metrosexual de andar por casa) la imaginación -o,quien sabe, la realidad- han jugado muchísimo en la mente no solo europea, sino africana,amerinaca,...Quizás sea que a nuestro subconsciente le atraiga la sed primigenia, atávica, acáchica,... de la sangre, el fluido que nos permite vivir, sin el que nuestro cuerpo deja de responder y muere. En la sangre hay un elemento romántico, decimonónico, un olor a pasado, añoranza, castillos, norte,medievalismo,..., influjo tan poderoso del que ni siquiera el hombre moderno puede escapar.
Con todo ello, un religioso a caballo entre los siglos XVII y XVIII se interesó por el vampirismo. Verdaderamente no era el primero que lo hacía en el mundo ni en Europa; de algunos autores griegos hay referencias a leyendas dorias en las que se habla sobre seres muy similares a nuestros vampiros. Y en la propia India también. Los antiguos egipcios hablaban sobre seres de la cuarta Cavernade la Duat (la Duat es la morada de los ancestros), en el Libro de las Cavernas, que absorven la"energía vital" de los vivos.
Al margen de toda leyenda, lo que si es cierto es que han ocurrido una serie de sucesos a lo largo del tiempo que han llegado a constituir un comecocos para la ciencia empírica moderna. Citemos, por ejemplo, al celebérrimo Alberto Vázquez Figueroa, que desde que hace años un vampiro (el animal, no Bela Lugosi) le mordió en el alto Amazonas no padece enfermedades de ningún tipo, y tampoco puede comer ajo porque sangra por los poros de su piel abundantemente y se marea. Quizás la verdad sobre los vampiros la pueda explicar la ciencia como una extraña enfermedad venérea.


Agustín Calmet, prior de Lay-Saint-Chisrphe (1719), abad de St-Léopold de Nancy y de Sesones (1729) y superior de los benedictinos en dos ocasiones.


Lo cierto es que el señor benedictino en cuestión, Agustín Calmet (Lorena, 1672- París, 1757), gran estudioso de la Biblia y superior de su orden en varias ocasiones, investigóen el Siglo de las Luces -constituyendo, según se mire, una regresión al oscurantismo medieval o una premonición del futuro romanticismo- todo lo relacionado con los vampiros en "Tratado sobre las apariciones de espíritus,y sobre los vampiros, o los revinientes de Hungría y Moravia"El título evoca un film de Van Helsing o algo así, pero es reseñable que el benedictino dedicó mucho tiempo de su vida a la puntillosa labor, que comprende desde casos prácticos acaecidos en el momento u otros más antiguos (algunos incluso del siglo XV), anotados desde un rigor científico de gran nivel para la época, hasta la disertación teórica desde una óptica teológica sobre el análisis de los "revinientes" (quizás la palabra zombi se nos haga más cercana) y como es que el fenómeno sucede, que explicaciones puede dar la doctrina cristiana y que se debe hacer ante la aparición de uno de estos. Sus menciones a ritos paganos y leyendas que se pierden en la noche de los tiempos son de un valor incalculable, puesto que de no haber sido recopiladas por él hoy día se hubieran mitigado.

Uno de los casos más curiosos que narra es el de un molinero que había hecho un pacto con el Diablo para devolver la vida a su hijo. El niño habría resucitado pero en un estado extraño: reflejos lentos, dificultades en el habla, ojos sin brillo, no necesitaba comer,..., y que, transcurrido un tiempo, el molinero narró al párroco lo horrible de la resurrrcción de su hijo. El párroco aconsejó una "estaca afilada de fresno fresco entre las costillas, de tal suerte que atraviese el corazón".

Por la indudable de su originalidad y el valor histórico de su texto, el Tratado es un documento que todo aquel entusiasta de la materia, y aquellos a los que nos llama la atención lo que viene siendo la influencia en sí y su repercusión en la época, es de lectura recomendada. La primera edición publicada en castellanoque tengo sobre mi escritorio, de Lorenzo Martín del Burgo, puede ser adquirida en la Casa del Libro al precio de dieciocho euros.

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