martes, 21 de julio de 2009

El racismo

Sobre el racismo se ha escrito lo inabarcable. Todos reconocemos a héroes como Luther King o Nelson Mandela y su lucha contra el apartheid. Las salvajadas han sido muchas, sobre todo provenientes de los pueblos de origen anglosajón; recordemos lo que se hizo con los sioux o los cherokee en EEUU, en ese salvaje oeste domado a garrotazos. Mucho se ha progresado en relación a superarlo; pero hoy día el racismo no está erradicado. Y probablemente nunca lo esté. Como razas distintas de la misma especie de animales que somos, hay rivalidades naturales. Lo que deberíamos intentar -a pesar de que no somos ni debemos ser iguales, pues el propio hecho de pertenecer a una raza nos da a cada uno atributos distintos (sobre las diferencias entre las razas me remito a Camilo José Cela Conde, Catedrático de Antropología de la Universidad de Islas Baleares y a sus numerosos trabajos sobre la materia)- es una comvivencia al menos normal, pacífica.
Últimamente he visto ejemplos de racismo de los indirectos, de los que a mí más me preocupan. Hablaré de dos casos concretos.
El primero es de Michael Jackson. La reciente muerte de la mayor estrella del pop de todos los tiempos ha sacudido un gran latigazo por todo el mundo, no solo en EEUU; he visto imágenes de manifestaciones delante de Nôtre Dame en París, en la Plaza Roja de Moscú, en Madrid, en Buenos Aires,..., lugares en los que la gente se manifiesta a favor de la estrella.
Pero me llamó la atención que un ciudadano negro neoyorquino declaró que "la comunidad negra siente a Michael Jackson, para ellos es un ejemplo". Eso es lo que no entendí; porque Michael Jackson fue un racista, quizás el hombre más racista de todos. Despreció su condición, su raza, porque quería ser blanco. Como si la raza blanca le fuese a dar privilegios especiales o más intelingencia o prestigio; aunque al final fue más desnatado que blanco. Pero el caso es que de todas formas ese hombre rechazó su condición hasta tal punto de someterse a, según algunas fuentes, 2000 operaciones. ¿Tal era su odio a su raza? Dese luego a mí me parece que sí, y si fuera negro no podría adorar a alguien así, alguien que rehusa de los suyos. También puede que se deba al trato brutal y discriminatorio que han sufrido los negros en EEUU, que haya quedado algo en el subsconciente colectivo como alergi así mismos. Pero ni siquiera aquello. Yo al menos no adoraría a alguien que deseoso de ser negro o chino se tiznase la piel con un carbón o con el azafrán de las paellas.
Para mí eso si que es racismo; y lo peor de todo, un racismo no solo tolerado, sino aceptado como positivo. Porque a pesar de que Michael Jackson fue pederasta, degenerado, racista y no estuvo demasiado lúcido se le admira y adora. Son cosa poco comprensibles.
El segundo ejemplo que voy a dar es el que sigue: Barack Obama. No es que él sea racista, pero los que lo han colocado de monigote en la Casa Blanca si que saben usar el racismo.
Hablemos de los resultados electorales. El candidato demócrata obtuvo el voto de un 44% de población blanca, y el resto de votos fue en su mayoría para el candidato republicano, un dato igualitario. Lo que desestabilizó la balanza fue que Obama era negro; y digo esto porque el 90% de los negros, que son un 12,3% de la población estadounidense, votó a Obama; la victoria de Obama se debió a una manutensión de los votos demócratas tradicionales y a la obtención del voto de la población negra. En otras palabras, los blancos votaron indistintamente al blanco o al negro, mientras que los negros votaron casi todos al negro. ¿No es esto racismo también? Porque está claro que los negros solo miraron la raza del candidato a la hora de votarlo.
La revolución que ha introducido Obama es una nueva táctica para ganar elecciones, en la que la captación de votos se basa de forma esperpéntica en la raza; magnífico.
Resumiendo, que el racismo persiste y que no es patrimonio exclusivo de la raza blanca; porque el presidente de EEUU es presidente por ser negro, no por ser buen político.
Quizás el caso de Michael Jackson sea distinto, porque tiene unas connotaciones diferenciadoras.
He visto a gente llorar y manifestarse por él, bailar sus canciones, encender velas. Y lo más importante de todo. Desde el mismo día de su muerte las leyendas urbanas han circulado por internet; y evidentemente Michael no está muerto, está en un búnker en las Islas Maldivas con Elvis y Jim Morrison, que menos. Lo que importa de verdad en todo eso es saber porque ocurre, porque la gente lo adora y no lo da por muerto, a pesar de todos los escándalos a los que dió lugar en lo últimos años de su vida.
Muy sencillo: la gente necesita héroes. Michael es un héroe para el pueblo, porque les ha transmitido algo y ese algo prevalece en ellos, aun después de la muerte del propio personaje. La historia de Michael, al igual que pasó con Elvis o Jim Morrison, se irá deformando, hasta dar lugar a un personaje mítico, muy lejano al real. Miles de personas se congregan en la tumba de Elvis todos los años; esto es ciertamente un principio de adoración, como también ha pasado siempre con los santos cristianos.
Y además esto no es nuevo; los personajes míticos se desfiguran con el paso del tiempo desde siempre. Tomenos el ejemplo del segundo rey de Roma, Numa Pompilio, del que poco del personaje real nos ha llegado, pero si muchos relatos míticos; en época imperial era objeto de culto prácticamente. O Hércules y los sucesivos Heráclidas.
Y que decir de esos cientos de santos cristianos, anteriores a la propia religión y transformados para captar la atención del pueblo sobre la nueva religión. Veamos un ejemplo; la divinidad egipcia Isis llegó a Hispania sobre el siglo II a.C, y rápidamente fue identificada con una deidad local, a la que sustituyó en el culto, adquiriendo una popularidad desmesurada, puesto que la diosa anterior era una diosa "del pueblo". Posteriormente, Isis se cristianiza como la Virgen María, ya que tiene una iconografía similar (con su hijo Horus en los brazos; Horus, un rey, como Jesucristo) y aparece el nombre Isidro también (del griego, "adorador de Isis"); es decir, la heroína primigenia perdura en el tiempo en la actualidad. Y lo mismo podemos decir del dios Seraphis, cristianizado en el santo madrileño San Cerapio. O Esculapio, cristianizado en San Roque, con su barba, su perro y su cayado.
También llenan el hueco social del héroe los X-Men, o Superman, o Batman, o el Capitán América; la gente los sigue e imita, los tiene como modelo a seguir y les motiva su presencia.
En resumidas cuentas; Michael Jackson y Elvis Presley, por muy jocoso que pueda parecer, son héroes, y es posible que permanezcan en la mente colectiva o se le rinda culto durante centurias enteras.
Y lo más extraño de todo esto es que en Michael la leyenda ya supera a la realidad, a pesar de que fuese un pederasta racista. También debemos tener cuidado con los héroes que se crean. He visto frases como "tu Dios murió en la cruz, el mio murió cantando"; no sé hasta que punto tener por Dios a Michael Jackson puede reportar beneficios.

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